miércoles, 24 de agosto de 2011

TEGUCIGALPA: El espacio que nos retrata

Al entrar a una casa y observar su color, olor, muebles, adornos, pequeños detalles, etc. siento conocer un poco de las personas que habitan el lugar. Pueda ser que emita algunos juicios sobre éstos, como sentir la calidez, folklore o simplemente si son personas frías. De manera que una casa muy bien cuidada y arreglada, puede decirnos que el orden es una característica de las personas que ocupan dicho espacio; si predomina la cerámica de barro, nos hacemos algunas impresiones, a diferencia de si se prefiere artículos de cristal. De tales detalles se pueden concluir acerca de las vivencias es posible escenificar en dicho espacio, así como gustos y preferencias de las personas que los poseen.

Tegucigalpa es nuestra casa, es el lugar donde vivimos, en ella nos vemos retratados, no solo porque hemos participado directa o indirectamente dándole forma, sino además porque este espacio permite ciertas acciones, desplazamiento y aficiones. Los espacios por los que circulamos en la ciudad nos los vamos apropiando y ellos a nosotros, estableciendo una relación en la que somos usuarios a la vez que le damos significado, cargándolos simbólicamente con un valor que se construye colectivamente en la medida en que representa nuestro diario vivir.

En este artículo me interesa plantear que el espacio en que vivimos no solo nos contiene, sino además nos define. Este lugar nos hace acreedores de ciertos rasgos de identidad producto de las cualidades particulares que le son características. De manera que conocer y comprender esta ciudad puede ayudar a entendernos.

Efectivamente gran parte de la experiencia acumulada a lo largo de nuestra vida está relacionada con el lugar donde vivimos. Acontecimientos como el Huracán Mitch, el desfile del 15 de Septiembre, las huelgas, las aglomeraciones en el mercado, las procesiones de Semana Santa, las visitas al mayoreo el fin de semana, los robos en la peatonal, etc., son situaciones que ligamos a un lugar determinado, y sirven para darle un significado que es el que nos ayuda a relacionarnos con él.

Los lugares están cargados de un significado que se ha forjado con la experiencia, que lo recreamos con nuestras vivencias que no son individuales, sino más bien colectivas, ya que nos socializamos aprendiendo como culturalmente se hace uso de esos sitios y las connotaciones que tiene. Somos capaces de ponernos de acuerdo casi sin darnos cuenta vamos dándoles sentido. En resumen, los lugares no solo son su valor intrínseco real, son además los significados que le atribuimos.

Así mismo las personas, los vendedores de la lotería, el policía, el taxista, la pulpera, los estudiantes, el zapatero, son personas que asociamos a los lugares, les vamos haciendo su historia, vamos construyendo nuestras relaciones de acuerdo con las vivencias que tenemos con ellos y que se producen en un lugar, ya que hay unos sitios que son habituales. Es donde se deposita nuestra biografía.

Teniendo en cuenta los puntos de vista anteriores a continuación me gustaría hacer una pequeña comparación actual de la ciudad de Tegucigalpa, para las personas que habitamos el lugar, para lograrlo se me ocurre recorrer la cuidad recordando 30 años atrás, y buscando elementos que aporten datos como la estructura de la ciudad y hacer un esfuerzo para establecer parámetros. Lo que somos y seguidamente relacionar el sentimiento que tenemos por la ciudad expresa, hacia este lugar, lo que significa para nuestra identidad y finalmente, darnos cuenta de algunas rutas que solemos usar, para hacer uso de este espacio y como ello determina lo que vemos, lo que podemos hacer en este espacio y en buena medida lo que son.

El dilema estructural de Tegucigalpa: ser o no ser

Tegucigalpa no es ya la que añoramos los románticos, que con pesar recordamos lo que era, pero tampoco es una ciudad moderna, en ella se conjugan una mezcla, trazos de varios estilos, que provoca una sensación de caos, donde las cosas se han ido ubicando, como por capricho, sin un plan o con distintos planos, con distintas perspectivas que se han ido acumulando a lo largo del tiempo, esta mezcla hace difícil concebirla, darle sentido en un lugar lleno de contrastes y contradicciones, una ciudad dual, en la que junto a espacios funcionales existen zonas pobres, abandonadas y en progresivo deterioro. Situación que refleja peligros, que una vez que van tejiendo la identidad de las personas que aquí vivimos.

Esta es una ciudad de contradicciones “es y no termina de ser”, no se define, se va llenando de matices, conserva rasgos coloniales que se entrecruzan con la modernidad, este argumento se pone en evidencia en distintos aspectos estructurales de la ciudad, a partir de los cuales se infieren características de sus habitantes.

Modernas edificaciones: Una de las cosas que poderosamente me llama la atención e imagino que también a las personas que nos visitan es los edificios, que se han ido levantando en las últimas dos décadas al mismo tiempo que la economía del país se ha encontrado en una situación de deterioro. La estructura arquitectónica de Tegucigalpa nos muestra una ciudad donde existen tendencias de lugares que reflejan una clásica tradición colonial, de edificios antiguos conservados a propósito, modernos edificios que apuestan por este estilo como lo es el caso de la sede de BANCAFÉ, o la misma Casa Presidencial y quizás el Hotel Honduras Maya que es un representante, un intento de conjugación de la tradición con lo moderno. Por otra parte hay otras edificaciones que han ido apareciendo, entre ellos hoteles y bancos que marcan un contraste, en su concepción ya que son edificaciones propias de ciudades cosmopolitas, compiten en su estilo con modernos edificios en otras ciudades del mundo, ejemplo de ello son el Crown Plaza, el hotel Intercontinental, la sede del Banco Grupo del Ahorro BGA. Estos lugares nos crean ambigüedades y nos enorgullece porque son parte del lugar donde vivimos, pero al mismo tiempo son lugares que no nos pertenecen, los que solo vemos de pasada y representan lo que no somos, porque lo tenemos. Ya que el contraste de la arquitectura moderna con la antigua, así como la opulencia de los lujosos edificios y los grandes cinturones de miseria que rodean la ciudad, al mismo tiempo son un salto hacia algo que no somos pero nos gustaría ser, son una parada en donde no sabemos si vamos o venimos.

El mundo espiritual: La religiosidad de este lugar es otro aspecto evidente y que bien puede decir mucho de las personas de la ciudad, en este sentido un recorrido por la ciudad mostraría que hay distintos sitos que ponen de manifiesto el mundo espiritual que es posible vivir en esta ciudad, lo más notorio son las iglesias católicas, la Catedral, la iglesia de Los Dolores o el Cristo del Picacho que es una obra reciente pero que es ya un signo de la ciudad. Menos notoria es la presencia de las iglesias evangelistas que van ocupando espacios, por la ciudad, las diferentes denominaciones van matizando la ciudad con edificios algunas veces poco visibles, y otras que son grandes edificaciones entre estas, se encuentran, los mormones, las iglesias cristianas de denominación protestante que cada vez ocupan más espacios, lo mismo son más frecuentes, hecho que denota una vez más en donde está la identidad de los habitantes de este lugar que entrecruzada la fe cristiana con diferentes matices, razón por la cual no es casual que las personas muestran tendencias encontradas, hacia la identidad social.

Grandes superficies: La sintonización con tendencias modernas, se ve en los centros comerciales como el Mall y Plaza Miraflores, la forma en que estos nos invitan y congregan, en donde se encuentra los escaparates como ventanas donde se puede ver lo que se desea, en un solo lugar se concentra lo mejor de la oferta, como una casa de los deseos donde aunque sea por instantes se puede ver y aspirar, un recorrido que vale por si mismo aunque no se consuma, pero solo el hecho de sentir que sito está en la ciudad donde se vive ya nos hace sentir, parte de algo que vale la pena, que está a la altura, y al que podemos ver de cerca y sentir como si fuera nuestro, a pesar de que en realidad una vez fuera sabemos no nos pertenece y no es parte de nosotros. El mercado y la pulpería por oposición son espacios más cercanos, donde podemos hacer negociaciones, conocemos las personas.

El centro del poder: Tegucigalpa es la ciudad capital, la gran ciudad, representa el poder, efectivamente en ella se concentra el gobierno de la nación, como capital, es donde se encuentra la burocracia. Los Ministerios del Gobierno de la República, el Palacio Legislativo lugar donde se hacen las leyes, donde es posible reivindicar los derechos, por tanto es lugar más representativo del país, a este lugar acuden de las diferentes partes del país, que por mucho tiempo han ido nutriendo las filas de moradores, ese es una de las características más sobresalientes. Aquí han llegado personas procedentes de todo el país, se han ido reunido personas con diferentes subculturas rurales, esta migración ha sido constante, han traído sus comportamientos y los han incorporado a la ciudad, sus casas, sus hábitos, la forma en que usan los espacios, muchos de ellos siembran en la ciudad, disponen de animales como gallinas, gallos, cerdos, perros, etc. Ellos van haciendo este lugar a su imagen, le van imponiendo un estilo que les es familiar.

Pecados ambientales: Parte de la añoranza que sentimos los románticos, es el fresco clima de la Tegucigalpa de antaño, los conciertos ofrecidos por los pájaros de la Plaza Central, la brisa del mes de noviembre, las tardes decembrinas en las calles peatonales atestadas de vendedores de manzanas, como suelo llamarle olor a verdadera navidad. Actualmente los climas extremos son cada vez más frecuentes, en sintonía con lo que ocurre en el planeta entero, de un empeoramiento que es propio, de una ciudad que por su expansión, cada vez es más contaminada, llena de ruido, típica ciudad grande, en la que se hace más difícil el transporte. Movilizarse no es fácil, grandes concentraciones de personas que ya no tienen espacio para caminar en las agostas aceras de la ciudad, que son reliquia de otro tiempo y que se entrecruzan con los carros. Esto va propiciando entre los habitantes una sensación de menor comodidad, insatisfechos porque hay poco lugares donde estar. Derrumbes en el Edén y el Reparto, o el cambio de rostro que sufrió la primera avenida de Comayagüela. La forma en que se fue tejiendo esa ciudad no es predecible, resulta muchas veces caprichosa, por una parte porque el terreno escarpado no permitía una planificación, se ha ido improvisando, quitando y poniendo, haciendo tomas de terrenos e incluso desfigurándose durante los derrumbes (la colonia Soto). Las colinas que conforman la ciudad son una muestra de cómo se reparte el territorio, hay una parte alta donde están los ricos colonias como Las Lomas, son un símbolo emblemático del riqueza y poder, las grandes casas construidas en las pendientes, que más que constituir un peligro contribuyen a lucir mejor.

La jaula de oro: Una de las estructuras más frecuentes de los hogares de clase media en Tegucigalpa es la existencia de muros y balcones, casas que tienen alto voltaje, casa vigilada, alarmas, mostrando de esta forma medidas autoprotectivas ellos son signos que muestran que la gente se encarcela a sí misma, para evitar el mundo externo. Así mismo en las entradas a las colonias hay una caseta de identificación, que muestra el recelo que tienen los habitantes de unos con otros, que indican que la preferencia es vivir solos y aparte, sin mezclarse, un lugar donde no se apetece la vida comunitaria, de hecho hay pocos lugares donde compartir, donde hacer vida social con los vecinos. Tegucigalpa es una ciudad desacreditada, con la propaganda en su contra, incluso sus mismos habitantes demuestran que hay que tener cuidado, vigilantes y policías fuertemente armados son parte cotidiana de este lugar.

“Niños de la calle”: Es cuando menos curioso el contraste que produce ver la ciudad llena de rótulos en defensa de los derechos de la niñez, que dicen “luchar” por el respeto que se debe tener por la niñez, Mientras esta es la propaganda pública paradójicamente, una buena parte de la niñez circula por las calles trabajando, o simplemente viviendo en este espacio, son tan parte del paisaje de la ciudad que ya no es una sorpresa verlos, son personajes que se convierten en parte cotidiana de la escena de la ciudad, con frecuencia están los lugares donde nos recuerdan, los contrastes que son capaces de darse en este lugar, en las afueras de los restaurantes, rodean a los turistas pidiendo limosnas, están en las intersecciones de la calles, donde son visibles, como parte de la mueblería que tiene la ciudad.

Centros culturales: Los centros educativos, donde está el pensamiento, la intelectualidad de la ciudad, las edificaciones que albergan esta actividad reflejan la forma en cómo queremos construirnos como grupo, los héroes de la Patria son los escogidos para las escuelas, Escuela Lempira, José Trinidad Cabañas, Valle, Francisco Morazán, José Santos Guardiola, etc. y la ciudad universitaria... por otra parte están los museos que son lugares donde hay una muestra de la cultura hondureña donde hay cuadros, esculturas, poco conocidas e invisibles...

El estadio o pasión por el fútbol: Pocos acontecimientos se viven la ciudad con mayor expectación como los partidos de fútbol, Las personas sienten la camiseta, la ciudad se viste cuando hay un juego de la selección, las banderas flamean en los carros en las casas, las personas se visten con los colores del país, grandes edificios visten la camiseta de nuestra selección, se siente una expectación, el estadio es un símbolo que recuerda grandes hazañas el futbol es la actividad donde podemos competir en iguales condiciones con otros países donde es posible que le ganemos a México, Estado Unidos, que clasifiquemos al mundial junto a los mejores, estas posibilidades fortalecen la idea que tenemos de nosotros y el estadio es el espacio que nos recuerda esto permanentemente.

El vinculo afectivo con Tegucigalpa: Su papel en la formación de la identidad

Los sentimientos que se desprenden del diario vivir en la ciudad, llevan en ocasiones a tener aprecio por ésta, pero en otras, a sentir rechazo, estos sentimientos encontrados, reflejan por un lado que hay una estima positiva, y, por otro, pobre aprecio por el lugar en el que se vive.

Pero la ciudad proyecta un tipo de ciudadano que le es ideal, por ejemplo en esta ciudad estaría bien una persona que anda en carro, al que se le ha hecho el anillo periférico y calles asfaltadas, se mejoran los bulevares, también se le ponen a disposición lugares de comida rápida porque anda de prisa sin mucho tiempo, incluso en las gasolineras donde puede encontrar servicio las 24 horas, este ciudadano existe y el espacio urbano le es funcional. Luego, está el otro el que va a pie o en bus que se le hace difícil, que se impacienta en la Isla, yendo de arriba para abajo según se le antoja al conductor, el que va en las aceras reducidas yéndose por la calle, con el temor de ser asaltado, sintiéndose perseguido por los malvivientes que se adueñan de esas zonas, donde se respira un ambiente de cansancio, calor y desesperanza.

Las personas son educadas por los espacios, hay unos límites que impone el lugar que hace que las personas se comporten de acuerdo con lo que se puede, el modelo de ciudadano que necesita ese espacio es construido por la relación entre ambos. Hay sentimientos que les son correspondientes, las personas son optimistas cuando el espacio les es agradable, climatizado, seguro, limpio, si es posible estéticamente bonito. Pero es pesimista si le crea descontento, dificultades.

El miedo: Entre los habitantes de Tegucigalpa existe la sensación subjetiva de que hay peligro, que no es buena idea salir a la calle, los lugares públicos producen miedo, las personas desconfían unas de otras, consideran que la probabilidad de que ocurra algo es alta, cuando no ocurre se sienten afortunados de que a pesar de que teóricamente debía ocurrir no les haya tocado (cuando aterriza un avión en el Toncontín). Se comenta incluso que la delincuencia y el crimen tiene sitiada la ciudad, este discurso es frecuente, esa sensación paraliza, ya que no hay lugar seguro, no se puede andar, las maras proliferan por la ciudad.

La ciudad de la alegría: A pesar de que hay afectos negativos desencadenados por las vivencias que se han producido en distintos lugares de la ciudad, hay que señalar que también hay sentimientos positivos causados por el contagio de ser parte de algo por compartir en determinados lugares, por ejemplo, la calle peatonal se convierte en un autentico día de fiesta los sábados cuando las personas se pasean por la calle, en épocas especiales compartiendo la ilusión y recordando buenos momentos vividos en distintas partes de la ciudad. Momentos de satisfacción son visibles durante los desfiles de las fiestas patrias, cuando las calles de la ciudad se llenan de personas y estudiantes de colegios que van protagonizando la marcha en la calle. La Semana Santa también es un periodo en el que la ciudad muestra sus adornos, hay personas que se esmeran en dar una buena cara. La fiesta nocturna que se produce en distintos lugares de la ciudad, el boulevard Morazán, la “zona viva” de Tegucigalpa, donde las personas disfrutan, lo mismo que el Juan Pablo II e incluso lugares como el Mall; a estos habría que añadir nuevas configuraciones que van surgiendo como Próceres: un lugar más postmoderno e incluso selectivo. Hay otros lugares de buenos recuerdos como El Picacho, La Concordia donde la gente va a pasear, a recrearse a compartir un buen momento.

No obstante este tipo de sentimiento, es frecuente una sensación de indiferencia. Hay personas que no logran sentirse en casa, ven la ciudad como un lugar de tránsito, están aquí porque es el centro de trabajo o porque no les queda nada más, pero lo que desean es volver al campo, generalmente son los inmigrantes o “campesinos-citadinos” que no logran asimilarse o integrase, no sienten este lugar como suyo y no le logran tomar aprecio. En parte porque cuando vienen a la ciudad lo hacen con la ilusión de una vida mejor, pero se encuentran con un lugar de desempleo, de limitaciones, de diferencias extremas, de escasas oportunidades. Esas expectativas generan decepción y resignación ante las circunstancias, pierden expectativas y sueños, entonces se produce la incertidumbre y la añoranza del lugar abandonado al que se espera retornar aunque sea en el ataúd.

Comportamientos cotidianos: uso de la ciudad de Tegucigalpa

La ciudad está cargada de estímulos, en ella se puede experimentar distintas sensaciones. La ambigüedad, la promiscuidad y la confusión son el rasgo más distintivo de nuestra ciudad, muchas de sus más importantes funciones y actividades permanecen ocultas a nuestra vista, sus dimensiones nos desbordan ya no podemos llevar cuenta de los lugares que conocemos y los que nos sorprenden porque recién nos enteramos de su existencia, cada rincón posee una historia.

Usamos la ciudad para pasear, transitar, hacer deporte, vamos de compras, hay algunas costumbres preferidas por nosotros o simplemente hay rutinas que seguimos por el hecho de que nuestras necesidades nos las imponen o simplemente porque son nuestras preferencias, hay lugares por donde nos gusta ir porque nos sentimos a gusto, más seguros y tranquilos. A veces hasta es algo mágico sentimos que si vamos por ese sendero iremos por buen camino, hay ciertos lugares que son reconocibles en Tegucigalpa porque por ellos se transita y crea en nosotros similares sensaciones.

Por ejemplo es frecuente encontrar estos nombres en Tegucigalpa: Kodak, Burger King, Travel Express, Pennys Shoes, Copy Center, Mc Donalds, Roommate, Camelot Music, Wendys, Pizza Hut, Car Wash, Sigma Net, Classic., Óptica Life, Hair Place, Tempo Kids, DK Donuts, American Airlines, Easy Money, Money Market. Qué mensaje implícito radica el nombrar en inglés.

La ruta de los bohemios: Esta ruta es la que yo me atrevo a llamar la ruta mágica donde podemos envolvernos entre calles empedradas, para subir al parque de La Leona y ver el paisaje que la rodea, los apartamentos cercanos saturados de europeos, felices de poder vivir entre la frescura de las flores de esa zona, pagando una bagatela en comparación a sus países. Por la noche podemos tomar un café en Paradiso mientras conversamos o escuchamos a un expositor presentando su última obra. También podemos caminar desde el centro de la ciudad hasta Palmira donde hay cantidad de cafés, donde se hace un derroche de talentos, viejos y jóvenes que aún comparten la música de los años 70´s con la dulce voz de una cantante hondureña o simplemente ver una locura más de nuestra “Juana la Loca”. Tegucigalpa guarda aún la magia de los soñadores encerrada en un buen sorbo de café o en un trago acalambrado de “Tito Aguacate”.

Por la senda de las comidas rápidas: Siento con tristeza que la llegada de estos sitios que día a día visitamos con nuestros hijos, será para ellos la Tegucigalpa que van a recordar sin temor alguno y con el orgullo de compartir los mismos juegos o promociones que se ven en los canales de televisión norteamericanos, pero es claro que debemos aceptar que este desbordamiento de postmodernidad o acelerada transculturación tarde o temprano hace su aparición.

La ruta de la marcha en Tegucigalpa: Los bulevares de nuestra capital que en el día son los medios más rápidos para llegar a nuestros destinos y a la vez parecen sombríos mejor dicho dormidos, parecen recobrar vida por las noches y llenarse de un ambiente de música, donde se combinan los ritmos latinos, los mariachis y el famoso reguetón (o reggaetón), la alegría es colectiva, miles de jóvenes se dan cita en estos centros para pasar un rato agradable, hay muchos lugares ubicados en colonias como las Minitas, Palmira, las Lomas del Guijarro donde están los llamados pubs, bares y karaokes que nos trasladan a otros países.

Comentario final

Al escribir este artículo tengo la sensación de haber viajado por la ciudad desde todos los ángulos, es como haber entrado en un calidoscopio y ver las diferentes formas que se dibujan dependiendo del movimiento que se haga. Es maravilloso recordar los domingos tomada de la mano de mi padre rumbo al parque La Concordia, pasando por el Parque Central donde él solía hacer sus respectivas paradas como era lustrar los zapatos, mientras el vendedor de lotería le ofrecía la suerte para el domingo, yo con gran entusiasmo miraba las estatuas de la plaza e imaginaba estar en medio de un palacio imperial.

Mi amada ciudad es el vivo recuerdo de mi padre, con el que compartí caminar por los parques, con el que descubrí un pequeño bosque en la antigua Casa Presidencial, muchas veces caminamos por La Leona a la hora que la tarde se despide y en un parpadeo se miraba otro paisaje: “Tegucigalpa de noche como Cerro de Plata”.
Son tantos los recuerdos que invaden mi mente que solo se me ocurre guardar el calidoscopio de Tegucigalpa, mi ciudad y esperar para ver nuevamente, no sin antes decir que somos nosotros los que construimos la imagen de Tegucigalpa, sin temor, sino llenos de orgullo de ser “tegucigalpenses. “

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